Y en una de sus cajas encontró sentimientos. Y pensó: Los sentimientos son como las olas. Mi amor fue como una de esas que sorprenden a todos, que arrasan con los desprevenidos (en este caso solo yo), y que divierten a los que tienen el control. Es increíble, te descontrola, te tambalea y en algunos casos hasta caes, duro contra el piso y te preguntás si valía la pena haberse arriesgado a enfrentarla. Me lo pregunté, tumbada ahí en el suelo mirándo mi sombra movediza en el mar. Y me respondí que no, que jamás había tenido sentido. Me grité a mi misma que esa ola no tenía nada de especial.
La ola se fue, como todas. Llevándose mi respiración agitada y mis ganas de haberla trepado, de haberla sentido, de haberla hecho crecer hasta las nubes y quedarse allí para siempre. Se fue y se llevó mi suavidad, se llevó mi sueño, se llevó mi corazón, y mi verano.